El Metro de
Moscú fue orgullo soviético de lo que debía ser “el palacio del
pueblo”. En sus mosaicos, mármoles, bronces y esculturas aparecen homenajes a
los trabajadores manuales e intelectuales (gente ausente de todos los demás
monumentos que como turista he visitado en otros países). Estos mosaicos
me gustaron especialmente. Siempre me he preguntado por qué ciertos oficios
uniformados requieren públicos reconocimientos y no así los demás.
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