El lujo de los zares
Ni en Versalles,
ni en el Palacio de Oriente, ni en Hofburg o Schönbrum (Viena), ni en la Ciudad Prohibida de Pekín, en ninguno de los otros
palacios imperiales que he visitado encontré un lujo tan excesivo como en los
palacios de los zares. Hay dorados por todas partes, incluso al aire libre, y
se insiste en que todo lo que brilla es “oro de verdad” (también en las iglesias); pan de oro en las
carpinterías, hilo de oro en los brocados, amalgamas aúreas en las cúpulas y en las
estatuas, etc. El caso es que tras la devastación nazi casi todo ha sido
reconstruido primero y devuelto a su esplendor más recientemente, así que de ser cierta esa abundancia de oro, el gobierno ruso se ha gastado una pasta en dorar
iglesias y palacios, aunque vista la afluencia de turistas puede hablarse de inversión.
Volviendo al
pasado, conocer el hambre del pueblo ruso en el s. XIX y ver este lujo obsceno
de sus monarcas me hizo comprender que aquí triunfara una revolución.
Palacio de Invierno en San Petersburgo: sala del trono, vista desde la escalinata principal y oratorio.
Palacio de Catalina la Grande (residencia de verano) en la ciudad de Pushkin.
Fuentes en los jardines de Peterhof.
Las dos últimas corresponden a la "Montaña de oro", recientemente restaurada.
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