El interior de la cúpula de la catedral florentina reserva nuevos motivos de admiración: el mayor fresco del mundo, una inmensa pintura de 1.096 metros cuadrados, comenzada por Giorgio Vasari (1511-1574), con escenas religiosas donde lo más visible a los fieles y visitantes son las alusiones truculentas y pavorosas al tormento y la muerte, elementos fundamentales a través de los siglos para imponer al pueblo la religión desde el miedo .
En el extremo opuesto de la nave del Duomo, una curiosidad: este reloj de 24 horas cuyo sentido de giro es el inverso al habitual.